Aunque me tengo por paciente y suelo actuar desde la cabeza fría y sin prisa, cuando algo falla no me reconozco. En un día he tirado de casi todos mis registros, he contactado con prácticamente todo el mundo y he tanteado todas las alternativas. Del ataque de rabia más patético a la sinceridad más profunda, desde trabajar en la huerta a hacer mil cosas de golpe en la web, desde jugar al Go a cantar, leer y escribir. Lo he hecho todo ayer, y lo que no lo hago hoy.
Tanto está haciendo mi mente ahora mismo que siento como si llevara meses sin hacer absolutamente nada. Lo cual no es posible. Lo que sí es verdad es que llevaba tiempo sin hacer tanto de golpe. Y otra cosa de la que me he dado cuenta es que llevaba tiempo con ganas de hacer todas esas cosas, pero como no había necesidad inmediata me las fui guardando. Lo que sobre todo me impresiona de mí mismo, una vez más, es la capacidad de cambiar radicalmente, de pensar rápido y de seguir adelante a pesar de que muchas de las cosas que he nombrado antes, en todo el frenesí, salgan mal.
A pesar de ser un tranquilote, soy un «chico de mente inquieta», siempre me levanto cuestionando y me acuesto con una nueva visión de la realidad. Cada día. No me canso. No pienso cansarme. Aunque cueste. La principal razón que tengo para ello es la defensa de mi propia integridad, necesito el frenesí para salirme con la mía una y otra vez, ¿qué sería de mí si no?