La agonía del eros, de Byung-Chul Han, analiza de forma radical cómo ha transformado la sociedad del consumo nuestra visión del amor y en general cómo han sido desvirtuadas las pasiones.
En los últimos tiempos ha sido anunciado muchas veces el final del amor
empieza, para acto segido adentrarse en un entramado complejo que describe cómo las pasiones se han convertido en simples drogas de consumo, encontrando la raíz de todo ello en el «narcisismo», la «no aceptación del otro como ser distinto» y la constante «negación de la negatividad». Descarga una crítica muy fuerte al «logrocentrismo» actual, que basa en la auto-explotación, mediante la cual un «tú puedes» dirigido desde el yo (todo es posible hoy en día) es mucho más oprimente que un «tú debes» formulado por alguien externo (frente al «tú debes», queda abierta la excusa del «no puedo», frente al «tú puedes» no), lo cual nos lleva a una depresión narcisista al no ser capaces de vernos reflejados en el mundo que nos rodea (es distinto a nosotros). Nos invita a poder no poder.
El eros vence a la depresión.
Han define el eros como opuesto del narcisismo. La chirriante positividad con la que se pinta actualmente el amor (o la amistad) le hace perder todo secreto y sabor. Define el nacimiento de la pornografía como la pérdida de todo secreto y en consecuencia la agononía del eros. El verdadero amor no ha de ser un contrato en el que los amantes fijan las condiciones de cómo puede ser el otro para gustarse mutuamente, el amante o amigo no ha de ser reflejo de uno mismo, ni siquiera ha de entregarse completamente. El amado puede y debe ser incomprensible, incontrolable, guardar secretos, hacernos perdernos a nosotros mismos, hacernos no poder más. Así mismo con cualquier pasión, las verdaderas pasiones nos hacen morir y no poder más, nos hacen perdernos en ellas. Solo el eros, la pasión por lo distinto, la pérdida del yo, vence a la depresión.
Dos capítulos muy interesantes para mí fueron «La simple vida» y «La muerte de la teoría», en los que se aleja un poco de la perspectiva amorosa para adentrarse en cómo nuestra forma de tratar en generar con la vida, donde la negación de toda negatividad nos hace resignarnos a sobrevivir en detrimento de la «buena vida» y en cómo la sobredosis de datos de hoy en día no deja espacio para la elucubración, y agoniza también la «teoría abstracta» con su belleza. Frente a tanta información («conocimiento») muere la posibilidad de iluminación («reconocimiento», en el sentido de la «idea feliz»).
Pero tras tanta crítica, aún es capaz de al final dejarnos con buen sabor de boca, ya que no da el eros por muerto (sólo agonizante) y nos da un pequeño mensaje hacker de cómo mantenerlo vivo:
La ciencia-positiva basada en datos (la ciencia-Google) […] acaba con la teoría en el sentido enfático. Es aditiva o detectivesca y no narrativa o hermenéutica. […] Así se descompone en informaciones. A la vista de la creciete masa de informaciones y datos, teorías son hoy más necesarias que nunca. [Las teorías] evitan que las cosas se mezclen y crezcan descontroladamente. Reducen la entropía. Aclaran el mundo antes de explicarlo […] Le dan forma al mundo.
Para entender esta cita bien habría que ponerla en contexto (por eso invito a la lectura). En esto último veo un mensaje claro que invita a no dejarse llevar por estadísticas, por «lo normal» o «lo que está bien», una invitación a seguir impulsos intuitivos para dar significado a la vida. También un mensaje decentralizador: «Google lo sabe todo, pero no sabe guiar, no sabe dar significado».
Leer este libro supuso un cambio crucial en mi forma de entender mis relaciones con el mundo, en cierto modo me dio la claridad, seguridad y calma que definitivamente me hacía falta tras medio año de «profunda soledad», al menos sentida, al ser la única persona cercana con la que comparto momentos del día a día una persona crónicamente depresiva (también una depresión narcisista). Literalmente me sacó de una depresión narcisista, de mi miedo a no ser comprendido, a que mi mujer no entendiera mis «aventuras intelectuales» y mis «sueños» (un intento oculto de hacerla mi reflejo), a tomar «decisiones equivocadas» (es decir, miedo a no aprovechar la supuesta oportunidad de estar donde estoy, la que «es mejor para mi futuro», la que me aseguraría reconocimiento). Este libro fue como si mi ángel de la guarda me dijera: «no temas a lo incorrecto, no huyas al miedo, toma la decisión y deja la depresión atrás» y lo más importante, me hizo reconocer que la indecisión es la mayor causa de depresión. Y ahora me encuentro a semanas de volver a España, con un montón de dudas, pero dudas constructivas. Me siento vivo.
El pensar, en el sentido enfático, sólo se eleva con el Eros. Un amigo, un amante hay que haber sido para poder pensar. Sin eros el pensar pierde toda vitalidad, toda inquietud, y se vuelve repetitivo y reaccional.
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