La ética hacker y el espíritu de la era de la información, escrito por Pekka Himanen, se centra en definir la ética hacker del trabajo -y de la vida- (más allá de la definición de hacker en el mundo de la informática, se refiere a la propagación de la forma de vida que caracterizó al hacker a la sociedad de los demás mortales) y en compararla con la ética protestante (que poco tiene que ver directamente con el protentastismo religioso sino más bien con la forma de trabajo que procede de dicho movimiento), analizando analogías y diferencias en relación con el contexto en el que conviven: la era de información. A grandes rasgos la diferencia entre ambas éticas se puede resumir bastante bien en la siguiente pregunta:
¿Qué propósito tenemos al trabajar: cumplir una condena o hacer algo?
El hacker, como individuo alfabetizado por excelencia de la era de la información fue capaz de hacer esa pregunta palpable para el resto de nuestra sociedad, que funciona según un modelo que «trata a las personas adultas como si fueran demasiado inmaduras para hacerse cargo de sus propias vidas», aplicando la ética del método científico (que consiste básicamente en compartir el conocimiento de forma que otros puedan contrastarlo, corroborarlo y seguir desarrollándolo) al desarrollo de la tecnología y por extensión creando una ética de trabajo colaborativa, en la que la gente y las empresas intercambian conocimiento y resultados, que a día de hoy está revolucionando el mercado, que en gran parte todavía basa la obtención de riqueza en «guardar silencio incluso acerca de las cosas buenas».
A diferencia del hacker, el protestante «no trabaja sólo para sobrevivir, sino para estar en condiciones de satisfacer el tipo de necesidades sociales que caracterizan una sociedad determinada», jerarquizada en niveles de esclavitud y mando, clasificada por categorías de conocimiento o riqueza material. No se entienda mal, el hacker no teme al trabajo rutinario, pero una vez cubiertas las necesidades de supervivencia el excedente en tiempo, dinero y energía se invierte en desarrollar las pasiones y las relaciones sociales que le van a traer la autorrealización y en el caso ideal convertirá eso en su fuente de superviviencia. Un modo de vida hasta hace poco casi exclusivo de las élites intelectuales y artísticas.
En la era de la información, la constelación de crisis económica mundial lleva de por sí a que la gente desconfíe cada vez más de las promesas del estado del bienestar. Gracias a las tecnologías actuales, tenemos la posibilidad de empoderamiento mediante la búsqueda y creación libre y compartida de soluciones a problemas económicos y sociales, tal y como en los inicios de la informática (tal y como la conocemos hoy) hicieron los hackers. No es un fenómeno deltodo nuevo, ya existen buena cantidad de proyectos en el mercado que proveen de una base cada vez más sólida esta nueva ética de mercado, impulsada por la red indestructible que nos comunica a casi todos independientemente de nuestras posiciones jerárquicas, destruyendo así la posibilidad de una jerarquía absoluta.
Esto no significa que los antiguos mecanismos hayan perdido completamente su poder ni mucho menos, tampoco que hayan dejado de regirse por la ética protestante, pero se ven forzados a readaptarse constantemente para mantenerse al día del desarrollo y a trabajar más que nunca por menos que nunca (crisis), van camino al abismo:
[…] cuando la meta de la sociedad se reduce a maximizar el dinero, la realización del objetivo no requiere en realidad que se produzcan cambios reales.
A altas velocidades, la meta social pasa a ser la misma que buscan los conductores de bólidos: mantener el vehículo estable de modo que no se salga de la pista.
Dos citas que ilustran bastante bien a qué se enfrenta la ética protestante como forma de vida. Es obvia la necesidad de un cambio radical en las estructuras.
Y lo estamos viendo. El cambio ético que los hackers iniciaron en la red que crearon ellos mismos (las grandes instituciones nunca lo hubieran querido así), se expande por sí solo al resto de la sociedad, como una nueva etapa de la evolución de nuestra especie. «Como una enredadera y no como un árbol, el conocimiento quiere ser libre».
[No podemos esperar] que tales iniciativas [de cambio ético] provengan de empresas o gobiernos. Desde una perspectiva histórica, este tipo de entidades no ha dado nunca origen a un nuevo pensamiento ético.
Tal cual. Y no creo que valga la pena pedir masivamente que lo hagan, simplemente hay que hacerlo y ya se darán cuenta de que se han quedado atrás, hoy más que nunca, eso es posible. «Refundación y no revolución», como ya cité.
Más allá de la cuestión ética, este libro ha sido una importante lección de historia, otra lectura esencial si se quiere entender el cambio que sin duda está experimentando nuestra sociedad.
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